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El Faenza, un punto de encuentro

La noche del jueves 3 de abril de 1924 tuvo lugar la primera función pública en el Faenza, con la proyección de El destino. Sin embargo, el teatro abrió las puertas de su elegante edificación el miércoles 2 de abril con una proyección para invitados especiales convocada por sus dueños, Sáiz y Compañía. Acerca de este evento, se puede leer en El Tiempo del domingo 6 una carta firmada por “Crítico” en la que se queja, entre otras cosas, del "exceso de luz reflejada de la orquesta al telón, que hace casi invisible los letreros de la película".

El Faenza se convirtió en un sitio de encuentro que perduró hasta los años cuarenta. Allí concurría en pleno la sociedad bogotana, aunque no sólo para ir al cine, pues también se realizaban fiestas, reuniones políticas, veladas de coronación de las reinas de los estudiantes y otros eventos sociales: “El rendez-vous de la gente de buen gusto”, rezaba un aviso publicitario. En los amplios salones de la administración se bailaba hasta la madrugada y los convites eran inolvidables, según lo comentó a la revista Cromos don Manuel Pérez Hernández, quien fuera uno de los primeros botones del teatro.

Aunque en la programación del Faenza se privilegiaban las proyecciones cinematográficas, también era un escenario muy solicitado para la presentación de zarzuelas y operetas. De estos primeros años se guarda la memoria de los éxitos cosechados por la vedette española "La Tórtola Valencia" o la Compañía de Revistas Mejicana de Esperanza Iris. Este encuentro del cine y las representaciones teatrales, en las "tablas" del Faenza, fue continuo. A partir de 1943 se hicieron célebres las representaciones en vivo de El mártir del Gólgota, escenificadas por la compañía de radioteatro Álvarez Sierra, de la Voz de la Víctor; éstas se anunciaban mediante un corto promocional que se proyectaba en el teatro mucho antes de la Semana Santa, que era la época cuando tenían ocasión. Luego, el cine continuó esta tradición con la presentación de El mártir del calvario, película protagonizada por Enrique Rambal. En 1998, las representaciones dramáticas volvieron al Faenza con Las tres hermanas de Antón Chejov, durante el Festival Iberoamericano de Teatro.

En sus primeros tiempos, en el Faenza siempre se presentaron películas catalogadas como selectas, como fue el caso de las grandes producciones francesas e italianas que pasaron por su pantalla. No acontecía lo mismo en otras salas como el Olimpia, ubicado dos cuadras al norte y en donde se proyectaban películas de "vaqueros" y de "aventuras", dirigidas a un público más popular. En aquella época, el Faenza sólo era comparable con el Colón y el Municipal; de hecho, ni el Teatro San Jorge ni el Lux, ambos inaugurados en 1938, marcaron su primera decadencia: fue el Teatro Colombia (hoy conocido como Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán), abierto en 1940, el que fue quitándole público lentamente.

El Faenza también fue el lugar privilegiado para los estrenos del cine colombiano. Allí tuvo lugar el lanzamiento de la que debe considerarse, en rigor, la primera película de largometraje totalmente colombiana: La tragedia del silencio (1924), de Arturo Acevedo Vallarino. Esta película entusiasmó tanto a Pedro Nel Ospina, entonces presidente de la Republica, que durante el té-coctel de su lanzamiento proclamó el nacimiento del cine colombiano con la frase "y tendremos arte nacional". Por su pantalla pasaron otras grandes producciones de nuestro cine silente, como Bajo el cielo antioqueño (1925), de Arturo Acevedo Vallarino; Como los muertos (1925), de Pedro Moreno Garzón y Vicente Di Doménico, y Alma provinciana (1926), de Félix Joaquín Rodríguez. Estas exhibiciones eran acompañadas por orquestas pequeñas, como la de los Chávez o la del cubano Peralta.

En el decenio de los años cuarenta, el Faenza recibió las primeras películas del cine sonoro y parlante colombiano: Flores del valle (1941), de Máximo Calvo Olmedo; Allá en el trapiche (1943), de Roberto Saa Silva, y Bambucos y corazones (1945), de Gabriel Martínez. Se tiene noticia del éxito que por seis días continuos tuvo la exhibición de Anarkos, de Roberto Saa Silva, en 1944. Por otra parte, el Noticiero Nacional, de la productora Ducrane Films, que entonces se había dedicado a filmar y a presentar cortos sonoros en donde aparecían las capitales de provincia o los acontecimientos destacados, presentaba, acompañando el estreno de El ladrón de Bagdad, protagonizada por Sabú, el corto Tratado de limites colombo-venezolano (1941). De igual manera se presentó, por primera vez ante el público bogotano, una película de diez minutos titulada Popayán (1945), en la cual la Lotería del Cauca, patrocinadora del filme, promocionaba el premio mayor de cien mil pesos.

En el Faenza tuvieron lugar, por primera vez que se tenga noticia, las funciones matinales de los domingos, con películas dirigidas al público infantil. Se regularizaron los pases de las películas en los horarios de matinée, vespertina y noche. El hábito de ir a cine se fomentaba mediante los "lunes populares", cuando por un mínimo precio se veían las películas que se habían estrenado en otras salas semanas atrás. En 1959, el por entonces monopolio de Películas Mexicanas abrió el Teatro México, justo enfrente del Faenza, obligando que éste esperara por meses para reestrenar los grandes éxitos de Pedro Infante, Vicente Fernández, "Viruta", "Capulina" y la India María. Ya el perfil de la programación del Faenza se había transformado para complacer el gusto de un público familiar y popular.